Después de un año de tratamientos contra el cáncer, Miguel, un niño de 5 años, regresó a su colegio y vivió un momento que conmovió a toda la comunidad educativa. Globos y abrazos lo esperaban en la entrada, mientras sus maestras y compañeros celebraban su regreso con una alegría que se reflejaba en cada sonrisa. La emoción de su madre, al ver cómo la escuela entera se volcaba a recibirlo, fue tan grande como la sorpresa del pequeño al reencontrarse con su salón de clases.
El instante más especial ocurrió cuando Miguel se encontró con su mejor amigo y se fundieron en un abrazo que parecía no terminar. Esa imagen se convirtió en símbolo de lo que significa la escuela: un espacio de aprendizaje, pero también de comunidad, apoyo y cariño. La jornada fue un recordatorio de que la infancia se construye no solo con libros y juegos, sino con vínculos que acompañan y fortalecen.
Gracias a los tratamientos y al acompañamiento constante, hoy puede volver a jugar y aprender en un entorno seguro. Su regreso no solo es motivo de celebración para su colegio, sino también un ejemplo de esperanza y resiliencia que inspira a toda la comunidad.
