Lorica amaneció indignada y con miedo. A las 7:30 de la mañana, todavía sin que el desayuno estuviera en la mesa, el concejal Darío Hernández Bolaños, de la casa política de Zulema Jattin, habría madrugado hasta la vivienda del líder social Luis Fernando Hernández para insultarlo y causarle presuntas agresiones físicas.
Según la denuncia presentada ante la Fiscalía, el concejal supuestamente lo insultó, lo empujó, lo tiró al suelo y lo golpeó, gritándole que “le estaba quitando electores” y que lo iba a “mandar a callar”.
Todo por un simple comentario en Facebook sobre proyectos comunitarios que ni siquiera mencionaban al concejal, pero eso le habría bastado al pupilo de Zulema para actuar como un presunto agresor, dejando al líder social con una lesión en la rodilla y a todo el municipio indignado.
El episodio narrado en la denuncia mostraría la peor cara del poder en Lorica: un concejal que se habría comportado como matón, usando su cargo para intimidar a golpes a un ciudadano dentro de su propia casa.
Un hecho señalado como asqueroso, degradante y bochornoso, que revive las prácticas que durante años se han cuestionado al clan político de Zulema Jattin.
La Fiscalía ya citó al cabildante, pero la gente de Lorica insiste en que esto no sería un simple cruce de palabras ni un malentendido: lo denunciado se interpreta como presunta violencia política, abuso de poder y coacción, el modus operandi que se atribuye a este grupo político en el bajo Sinú.
Este caso, según la denuncia, desnudaría el rostro más ordinario y ruin del clan Jattin en la política local de Lorica. Un concejal que, en lugar de representar a su pueblo, habría recurrido a la fuerza bruta, al grito y al golpe como si fueran herramientas legítimas de autoridad. Un comportamiento señalado como guache, torpe e indigno, que exhibe la decadencia moral de quienes pretenden gobernar a punta de miedo.
