La institución educativa de Guacharacal, junto con otras escuelas de la región, se encuentra al borde del colapso. Las condiciones de infraestructura son deplorables, con aulas en riesgo de derrumbe, techos que filtran agua y espacios que no cumplen con las mínimas normas de seguridad.
La comunidad educativa ha alzado la voz para exigir una intervención urgente, pero hasta ahora, sus clamores han caído en oídos sordos. Los estudiantes, quienes deberían estar enfocados en su formación, ahora enfrentan peligros diarios solo por asistir a clases. ¿Hasta cuándo tendrán que esperar para que el gobierno actúe?
Padres, docentes y estudiantes han hecho un llamado desesperado al gobernador de Córdoba para que apruebe de una vez por todas las obras de mejoramiento que la institución necesita. No se trata solo de mejorar la calidad educativa, sino de garantizar la integridad física de cientos de niños y jóvenes que día a día arriesgan sus vidas en un entorno inseguro.
La negligencia de las autoridades ha llegado a un punto insostenible, y la comunidad exige respuestas claras y acciones inmediatas. ¿Acaso es necesario que ocurra una tragedia para que se tomen cartas en el asunto?
La situación en Guacharacal es un reflejo del abandono que sufren muchas instituciones educativas en la región. Mientras el gobierno se llena la boca hablando de educación de calidad, las escuelas se caen a pedazos y los estudiantes son quienes pagan las consecuencias.
La comunidad no se rendirá y seguirá exigiendo que se aprueben las obras de mejoramiento y se garantice un entorno seguro para el aprendizaje. ¡Basta de excusas y promesas vacías! ¡El futuro de los niños de Guacharacal no puede esperar más!