Antes del siglo XIX, los preservativos eran un artículo reutilizable fabricado con vejigas de pescado o intestinos de animales.
Estos rudimentarios métodos anticonceptivos se sujetaban con cintas para evitar que se deslizaran y debían ser lavados tras cada uso.
La gran revolución llegó en 1839, cuando Charles Goodyear inventó el caucho vulcanizado, lo que permitió la creación de preservativos de goma más resistentes.
Aunque estos eran gruesos y aún reutilizables, significaron un gran avance en la protección sexual de la época.
La verdadera transformación en la industria de los preservativos ocurrió en la década de 1930 con la introducción del látex.
Este nuevo material permitió la fabricación de preservativos más delgados y desechables, mejorando significativamente su eficacia y comodidad. Así, se consolidaron como un método crucial para la prevención de enfermedades de transmisión sexual (ETS) y la planificación familiar.
Desde los materiales rudimentarios hasta las innovaciones tecnológicas, los preservativos han evolucionado continuamente para satisfacer las necesidades de la salud sexual, reflejando la evolución de la sociedad y la tecnología a lo largo de los siglos.