No era un cargamento millonario ni una red de contrabando. Lo que la Policía encontró en un retén del sector El Bongo, en Los Palmitos, Sucre, fue un furgón con una montañita de juguetes sencillos: muñecas de plástico, balones sin estrenar y carritos livianos. El conductor, un hombre del pueblo, llevaba semanas reuniendo dinero con rifas y ventas caseras para que los niños de las veredas tuvieran un regalo en Navidad.
El operativo ocurrió en plena carretera rural, cuando los uniformados pidieron papeles que el hombre no tenía. No era comerciante ni distribuidor, solo alguien que cada diciembre buscaba alegrar las novenas. La explicación no detuvo el procedimiento: los juguetes fueron contados, avaluados en poco más de un millón ochocientos mil pesos y decomisados como mercancía sin soportes. El hombre terminó detenido y su esfuerzo reducido a un acta oficial.
Las imágenes del decomiso circularon horas después en redes sociales y desataron indignación. Para muchos, la incautación no frenó un negocio ilegal, sino una obra solidaria. La reacción fue inmediata: incredulidad, tristeza y rabia al pensar en los niños que esperaban esos regalos. Mientras las autoridades insisten en que actuaron conforme a la ley, la discusión pública se centra en el contraste entre la norma y el gesto humano que quedó truncado en la carretera.
