En el estado de Rakhine, Myanmar, la violencia obligó a miles de rohinyás a abandonar sus hogares y emprender un viaje hacia Bangladés. En medio de ese caos, un joven se convirtió en símbolo de esperanza y humanidad: decidió no dejar atrás a sus padres ancianos y, con ingenio y determinación, construyó dos canastas para llevarlos sobre sus hombros durante la huida.
El recorrido fue brutal: más de 160 kilómetros de selva, lluvia y barro, atravesados en siete días sin descanso real. A pesar del hambre y el miedo, el joven nunca se detuvo ni retrocedió. Su fuerza física y emocional se transformó en un acto de resistencia que conmovió a quienes conocieron la historia, mostrando que incluso en medio de la guerra, el amor puede ser más fuerte que cualquier adversidad.
Este relato no solo habla de supervivencia, sino de lealtad y respeto hacia los padres. En tiempos donde la violencia parece apagar la esperanza, la decisión de este hijo nos recuerda que la humanidad sigue viva y que cuidar de los adultos mayores es un deber que trasciende fronteras. Su ejemplo invita a reflexionar sobre el valor de la familia y la importancia de proteger a quienes nos dieron la vida, incluso en los momentos más oscuros.
