El debate sobre el salario en Colombia volvió a encenderse con una frase que refleja la inconformidad de muchos trabajadores: “Si un congresista gana 50 millones de pesos, ¿por qué un obrero no puede ganar 2 millones?”. La expresión, que circula en redes y conversaciones cotidianas, se convirtió en símbolo de la desigualdad que aún marca la vida laboral del país, justo en medio de las discusiones sobre el aumento del salario mínimo para 2026.
La comparación pone en evidencia la enorme brecha entre los ingresos de quienes legislan y los de quienes sostienen la economía desde la base. Mientras los congresistas reciben sueldos millonarios, gran parte de la población apenas alcanza a cubrir lo básico. Este contraste ha generado un llamado ciudadano a dignificar el trabajo y a que el ajuste salarial deje de ser un favor político para convertirse en un derecho que garantice condiciones de vida más justas.
La discusión se da cuando el Gobierno define el incremento oficial del salario mínimo. Más allá de la cifra concreta, la frase invita a reflexionar sobre qué tipo de país quiere construir Colombia, uno donde el esfuerzo de los obreros sea reconocido con dignidad y no con migajas. El tema no solo toca el bolsillo, también abre un debate sobre equidad y justicia social en un momento clave para la economía nacional.
