Lo que comenzó como un regalo lleno de ilusión terminó en una pesadilla para una familia en la Ciudad de México. Regina, una joven de 15 años que había destacado en la secundaria y recién cumplía años, recibió de su madre una cirugía estética como premio por sus logros académicos. El procedimiento, que les aseguraron sería sencillo y de rutina, se convirtió en un episodio inesperado que marcó sus vidas.
Durante la intervención todo parecía normal, pero al pasar las horas la adolescente no despertaba como les habían prometido. Su mamá notó que algo no estaba bien: Regina no reaccionaba, no hablaba y su cuerpo mostraba señales preocupantes. Fue trasladada de emergencia a un hospital público, donde los médicos confirmaron el diagnóstico que nadie esperaba: había sufrido un infarto cerebral, producto de una hemorragia que afectó parte de su cerebro.
Hoy Regina enfrenta un proceso de rehabilitación largo y complejo. Poco a poco ha recuperado el habla y algunos movimientos, mientras su madre acompaña cada paso con la esperanza de verla mejorar. Este caso abrió un debate sobre los riesgos de las cirugías estéticas en menores de edad y la responsabilidad que implica tomar decisiones médicas de este tipo. Más allá de la polémica, la historia refleja el dolor de una familia que lucha por salir adelante y que pide reflexión antes de juzgar.
