Nicolás Maduro sorprendió con un llamado público dirigido no solo al gobierno colombiano, sino también “al pueblo de pie de Colombia, a sus movimientos sociales, a sus fuerzas políticas y a las fuerzas militares”. El mensaje, emitido en cadena nacional, fue interpretado por analistas como un gesto desesperado ante el incremento de fricciones con Estados Unidos y el temor a una eventual intervención militar ordenada por el presidente Donald Trump.
El mandatario venezolano insistió en la necesidad de “unidad latinoamericana” frente a lo que calificó como “amenazas imperiales”, pero su súplica hacia Colombia generó más preguntas que apoyos. En Bogotá, el discurso fue recibido con cautela, especialmente porque llega en un momento en el que las relaciones bilaterales atraviesan una fase de cooperación limitada y aún marcada por desconfianzas históricas.
Detrás del llamado, algunos sectores interpretan un miedo creciente dentro del chavismo: la posibilidad de perder control sobre activos estratégicos, especialmente los relacionados con el petróleo, en caso de que Washington decida escalar la presión. La crisis económica interna, sumada a la pérdida de influencia regional, habría empujado a Maduro a buscar respaldo en un vecino con el que ha tenido relaciones fluctuantes.
Mientras tanto, el gobierno colombiano evita pronunciarse de manera contundente, consciente de que cualquier movimiento podría tensar aún más el tablero geopolítico. Lo cierto es que el pedido de Maduro abre un nuevo capítulo en la ya compleja relación entre Caracas, Bogotá y Washington, dejando en evidencia que el mandatario venezolano enfrenta uno de los momentos más inciertos de su permanencia en el poder.
