Durante la campaña presidencial, Gustavo Petro aseguró frente a cámaras y con sus propias palabras que en apenas tres meses de gobierno pondría fin al Ejército de Liberación Nacional (ELN). La contundencia de su promesa quedó registrada en video y se convirtió en uno de los pilares de su discurso de seguridad y paz. Sin embargo, a casi tres años de mandato, la realidad es diametralmente opuesta: el grupo armado no solo sigue activo, sino que ha intensificado sus acciones violentas.
Los colombianos han sido testigos de un incremento en secuestros, asesinatos y atentados, así como de paros armados que paralizan regiones enteras. El más reciente, anunciado para el 14 de diciembre con una duración de 72 horas, evidencia que el poder del ELN se mantiene intacto y que las instituciones del Estado no han logrado contenerlo. La promesa de Petro se ha convertido en un símbolo de frustración y decepción para quienes confiaron en su palabra.
La contradicción entre el discurso de campaña y la realidad actual abre un debate inevitable: ¿Qué pasó con aquella propuesta de acabar con el ELN en tres meses? ¿Fue un cálculo político, un exceso de confianza o simplemente una estrategia para ganar votos? Lo cierto es que, mientras el presidente insiste en defender su gestión, el pueblo colombiano enfrenta la crudeza de un conflicto que no da tregua.
Tres años después, la promesa se ha convertido en un fantasma que persigue su gobierno y que alimenta la percepción de que el presidente terminó siendo dominado por la misma guerrilla que juró derrotar.
