En los últimos días, el presidente Gustavo Petro sorprendió con un pronunciamiento que lo coloca en el centro del debate internacional. Tras la confirmación de una llamada entre Donald Trump y Nicolás Maduro, Petro pidió al mandatario estadounidense “aceptar que los venezolanos se reúnan” y ofreció a Cartagena como sede de un diálogo democrático entre los distintos sectores políticos de Venezuela.
El anuncio se dio el 30 de noviembre de 2025 a través de su cuenta oficial en X, donde Petro insistió en que la única salida viable para la crisis venezolana es un proceso de diálogo interno, sin injerencias externas. Con esta propuesta, el jefe de Estado colombiano busca posicionarse como mediador regional, evocando inevitablemente la memoria de los diálogos de paz de Cartagena durante el gobierno de Juan Manuel Santos, que terminaron sin resultados concretos.
El contexto no es menor: Trump confirmó desde el Air Force One que habló con Maduro, aunque evitó dar detalles, y al mismo tiempo ordenó cerrar el espacio aéreo venezolano, medida que Petro cuestionó públicamente por su validez jurídica en el marco del derecho internacional. En este escenario de tensiones, la oferta de Cartagena aparece como un intento de Colombia de recuperar protagonismo diplomático en la región.
