En un mensaje que sacudió las redes sociales y desató una tormenta política, el presidente Gustavo Petro publicó en su cuenta de X una declaración que muchos califican de provocadora, otros de preocupante. “El problema mental que tengo es que soy revolucionario y no oligarca, usando la Presidencia para hacer negocios personales”, escribió, en aparente respuesta a señalamientos del expresidente Andrés Pastrana, quien lo habría tildado de tener una condición mental. La frase, cargada de ironía y desafío, encendió el debate sobre los límites del discurso presidencial y la salud institucional del país.
Pero Petro no se detuvo ahí. En el mismo mensaje, añadió: “Me gustan mucho las mujeres hermosas e inteligentes, pero jamás se me ocurriría hacerme amigo de un pedófil0 multimillonario. ¿Será que estoy loco?”. La referencia, aunque no explícita, fue interpretada como una alusión directa a los escándalos internacionales que han salpicado a figuras de poder, y como una crítica velada a las relaciones de ciertos líderes con personajes como Jeffrey Epstein.
La publicación, que se viralizó en minutos, generó reacciones encontradas: mientras sus seguidores celebran la “valentía” del presidente para decir lo que otros callan, críticos advierten sobre el uso de lenguaje emocional y polarizante desde la Casa de Nariño. En medio de una crisis diplomática con Estados Unidos y tensiones internas por denuncias de corrupción, Petro parece apostar por una estrategia de choque discursivo, donde la revolución se convierte en diagnóstico y la cordura, en pregunta abierta.