La reciente reaparición pública de Germán Vargas Lleras ha despertado todo tipo de comentarios en el país. El líder de Cambio Radical, uno de los políticos más experimentados y astutos de Colombia, volvió a escena luego de un prolongado silencio que muchos interpretaron como un retiro calculado, pero que otros vinculan a quebrantos de salud.
La imagen difundida en redes sociales muestra a un Vargas Lleras más sereno, pero también visiblemente cambiado. Su semblante ha generado especulaciones y comparaciones inevitables, recordando al expresidente venezolano Hugo Chávez cuando, en sus últimos meses, insistía en su recuperación mientras el país desconocía la verdadera magnitud de su enfermedad.
Sin caer en juicios ni en rumores, es válido plantear un debate necesario: ¿hasta qué punto los colombianos merecen conocer el estado real de salud de sus líderes políticos? La transparencia no solo es un deber ético, también es un acto de respeto con la ciudadanía que, en últimas, deposita su confianza y su voto en ellos.
Vargas Lleras ha sido protagonista de momentos clave en la historia reciente: vicepresidente, ministro, candidato presidencial y, sobre todo, estratega político con un olfato que pocos conservan. Por eso, su reaparición no puede pasar desapercibida. El país necesita claridad sobre su futuro político, pero también sobre su bienestar personal.
Ojalá su retorno sea el anuncio de una nueva etapa de liderazgo y no la antesala de un adiós disfrazado de normalidad. Colombia tiene derecho a saber si quien podría aspirar nuevamente al poder está en condiciones de hacerlo.
Porque más allá de los partidos y las ideologías, lo que está en juego no es solo la salud de un hombre, sino la de la nación que podría volver a dirigir.