El sueño de muchos colombianos

El sueño de muchos colombianos no es la venganza, es la justicia. Una justicia que no se venda, que no tiemble ante el poder ni se arrodille ante el discurso populista. Porque mientras en Venezuela el hambre se volvió rutina y la represión un método de gobierno, en Colombia algunos siguen idolatrando a los mismos verdugos de su pueblo.

Maduro y Diosdado representan la ruina de una nación que alguna vez fue próspera. Y Petro, con su permanente afán de polarizar y su obsesión por culpar a todos menos a sí mismo, parece empeñado en seguir ese mismo libreto.

Por eso, el sueño de muchos colombianos es ver que, algún día, la historia cobre cuentas. Que los responsables de dividir naciones, arruinar economías y traicionar la esperanza de millones enfrenten la justicia —no como venganza, sino como símbolo de que ningún poder es eterno ni absoluto.

Porque cuando el abuso se disfraza de revolución, cuando la mentira se vende como justicia social, lo que queda no es un país: es una herida. Y Colombia ya ha sangrado demasiado como para permitir que los nuevos profetas del caos sigan escribiendo la historia con la tinta del resentimiento.

El sueño de muchos no es odio. Es ver la verdad triunfando sobre la impunidad y a Maduro, Diosdado y Petro vestidos de naranja en una cárcel en los Estados Unidos.