En medio del foro internacional Global Gateway en Bruselas, Bélgica, el expresidente de Ecuador Rafael Correa protagonizó un gesto que ha encendido el debate político en América Latina: se reunió con el presidente colombiano Gustavo Petro y lo calificó públicamente como “un verdadero orgullo latinoamericano”. El encuentro, ocurrido el 9 de octubre de 2025, fue difundido por Correa en su cuenta oficial de X, acompañado de fotografías junto al mandatario colombiano, en un ambiente de camaradería y respaldo político.
Rafael Correa, quien gobernó Ecuador entre 2007 y 2017 bajo una plataforma de izquierda progresista, ha sido uno de los principales defensores de la integración regional y la soberanía latinoamericana frente a intereses externos. Su admiración por Petro se fundamenta en la coincidencia ideológica: ambos líderes promueven modelos económicos alternativos, justicia social, y una postura crítica frente a las potencias globales. Para Correa, Petro representa una nueva generación de liderazgo que “no se arrodilla ante nadie” y que defiende causas como la paz en Gaza, la justicia climática y la equidad en América Latina.
La reunión en Bruselas no solo fue simbólica, sino estratégica. En un contexto de tensiones políticas y polarización en la región, el respaldo de Correa a Petro busca consolidar un bloque latinoamericano más unido y con voz propia en escenarios internacionales. “Estamos ante un momento histórico donde América Latina puede recuperar su dignidad y liderazgo”, expresó Correa en declaraciones posteriores al encuentro. Petro, por su parte, ha aprovechado su presencia en Europa para visibilizar temas como el despojo de tierras en Colombia y la necesidad de una transición energética justa.
Este gesto de respaldo ha generado reacciones encontradas: mientras sectores progresistas celebran la alianza como un paso hacia la unidad regional, críticos acusan a Correa de intervenir en la política colombiana y de revivir viejas tensiones ideológicas. Lo cierto es que el abrazo entre ambos líderes en Bruselas ha puesto a temblar el tablero político latinoamericano, y deja claro que la izquierda continental no solo resiste, sino que se reorganiza con fuerza y estrategia.