Dublín, Irlanda, cuando Ann-Marie O’Gorman, madre de tres hijos, perdió la vida tras recibir una descarga eléctrica mientras tomaba un baño. El celular que tenía conectado al cargador cayó al agua, y al intentar recuperarlo, el contacto con el metal de la ducha selló su destino.
El caso, que ocurrió en octubre del año pasado, pero apenas se esclareció con el informe forense, dejó al descubierto los peligros de mezclar tecnología y agua. La víctima sufrió quemaduras en el pecho, brazo y dedos, lo que confirmó el paso de la corriente por su cuerpo. Su esposo, que intentó rescatarla, también recibió una descarga al tocar el cable sumergido.
Joe O’Gorman, viudo de Ann-Marie, responsabilizó a las marcas de celulares por vender la idea de que los dispositivos son “resistentes al agua”, sin advertir claramente los riesgos de usarlos mientras se cargan. “Esa publicidad da una falsa seguridad”, dijo, exigiendo que las advertencias vengan impresas en las cajas, no escondidas en letra pequeña.
Aunque el tribunal declaró la muerte como accidental, el caso se suma a otros similares en Londres y Estados Unidos. La lección es clara: cargar el celular cerca del agua puede ser mortal.