Desde la madrugada del domingo 14 de diciembre, el Ejército de Liberación Nacional (ELN) mantiene un paro armado de 72 horas que ha golpeado varias regiones del país. En Antioquia se reportó la incineración de un bus en Valdivia y la instalación de banderas alusivas al grupo en municipios como Copacabana, Guarne y Caldas. En ciudades como Bogotá, Barrancabermeja, Medellín y Cali, las autoridades han advertido sobre amenazas directas a la población civil y restricciones de movilidad.
Los ataques se han extendido a departamentos como Norte de Santander, Cauca, Santander y La Guajira, donde se han registrado explosiones, bloqueos en vías y hostigamientos contra la fuerza pública. El Ministerio de Defensa confirmó al menos 13 acciones violentas en las primeras 48 horas del paro, incluyendo el asesinato de un conductor en la Costa Caribe. La medida, anunciada por la guerrilla como una “respuesta a la intervención imperialista”, ha paralizado el transporte y sembrado el temor en comunidades enteras.
El paro armado, que se prolongará hasta el miércoles 17 de diciembre a las 6:00 a. m., revive los peores recuerdos de la violencia insurgente en Colombia y pone en evidencia la fragilidad de los diálogos suspendidos entre el ELN y el Gobierno. Mientras tanto, miles de familias permanecen confinadas, sin poder movilizarse, en medio de la incertidumbre y el dolor que dejan los atentados.
