Hace días Benedetti dijo:» Abelardo no tiene ninguna posibilidad de ser presidente de Colombia», hoy Petro da la orden de retirarle todo el esquema de seguridad. Ojo

Hace apenas unos días, Armando Benedetti, con su habitual arrogancia, sentenció: “Abelardo no tiene ninguna posibilidad de ser presidente de Colombia”. Hoy, en un giro siniestro, Petro da la orden de retirarle todo el esquema de seguridad. ¿Casualidad? En política, y menos en Colombia, no existen las casualidades.

La decisión es un mensaje, una señal de miedo. Porque al “Tigre” lo sienten cerca, lo escuchan rugir en cada esquina, lo ven crecer en encuestas y en fervor popular. Y cuando los que se creen intocables sienten pasos de animal grande, saben que su poder ya no es eterno.

La película se parece demasiado a capítulos recientes y dolorosos. Miguel Uribe advirtió, denunció amenazas, pidió protección… y el Estado le dio la espalda. Hoy su nombre está en las páginas más tristes de la historia. ¿Queremos repetir la tragedia?

Quitarle la seguridad a Abelardo de la Espriella no solo es un acto de irresponsabilidad: es un mensaje de intimidación, un “estás solo” lanzado desde el Palacio. Pero también es la confirmación de que este gobierno teme. Teme a la voz que no calla, al líder que arrastra multitudes, al candidato que puede sepultarlos en las urnas.

Petro podrá seguir con sus discursos de filósofo de esquina, podrá acusar, señalar y victimizarse. Pero lo que ya no puede esconder es que el Tigre está vivo, fuerte y su rugido se escucha cada vez más fuerte. Lo que está en juego no es solo la seguridad de un hombre, sino la esperanza de millones que ven en él la posibilidad de romper el círculo de odio y corrupción que nos ahoga.

Están sintiendo pasos de tigre grande. Y cuando eso ocurre, la historia enseña que es porque el rugido de la gente ya está a punto de imponerse.