Después de casi dos años de separación forzada por la persecución del régimen venezolano, la opositora María Corina Machado protagonizó una de las escenas más conmovedoras del año en Oslo. La madrugada de este jueves, la política venezolana abrazó a su hija Ana Corina Sosa y a su madre, Corina Parisca de Machado, en un reencuentro marcado por lágrimas, aplausos y vítores de la comunidad venezolana que la esperaba en el Grand Hotel.
El recorrido para llegar hasta allí no fue sencillo. Machado logró salir de Venezuela en condiciones de máxima seguridad, atravesando el Caribe en una pequeña embarcación hasta Curazao, con apoyo internacional, antes de volar a Noruega.
Mientras tanto, su hija había sido la encargada de recibir en su nombre el Premio Nobel de la Paz, en reconocimiento a la lucha del pueblo venezolano por la democracia y la libertad. El abrazo entre madre e hija simbolizó no solo el fin de una larga espera, sino también la fuerza de una familia que resistió la distancia y las amenazas.
El momento más emotivo se vivió cuando Machado besó la frente de su madre, en silla de ruedas, y se fundió en un cálido abrazo con Ana Corina, quien había confesado horas antes que no sabía si su madre lograría cruzar el océano. Entre lágrimas y aplausos, la escena se convirtió en un símbolo de esperanza para miles de venezolanos que siguen separados de sus familias. “No había visto a mis hijos en casi dos años, ni a mi madre en seis meses”, reconoció Machado, visiblemente emocionada, mientras agradecía el cariño de quienes la recibieron con gritos de “¡valiente!”.
