En la madrugada del domingo 19 de octubre, mientras Colombia celebraba la jornada electoral de los Consejos de Juventud, un operativo de película se desplegaba en Boyacá: Nelson Ocampo Morales, alias ‘El Diablo’, se fugaba de la cárcel de máxima seguridad de Cómbita. Condenado a 33 años por el asesinat0 de la patrullera Paula Cristina Ortega en agosto de 2023, Ocampo apenas llevaba 23 meses de prisión. Su escape, marcado por astucia, dejó en evidencia las grietas del sistema penitenciario.
La fuga se dio desde el tercer piso del patio 1, donde permanecen internos de alta peligrosidad. Ocampo logró salir por la ventana de su celda, escalar hasta lo más alto del muro y atravesar la concertina de cuchillas, dejando como rastro un trozo de chaqueta y manchas de sangre. No estaba solo: intentó escapar junto a Deimer Sánchez Montejo, alias ‘Meme’, condenado por la masacr3 de El Tarra y señalado cabecilla de Los Pelusos. Aunque ‘Meme’ no logró su cometido y fue recapturado herido, su experiencia en fugas lo convertía en el cómplice ideal.
La razón detrás del escape parece ser una alianza criminal gestada dentro del penal, donde ambos compartían pabellón. Las autoridades creen que Ocampo y Sánchez planeaban una fuga coordinada para reorganizar actividades delictivas desde el exterior. El Inpec ha guardado silencio sobre el estado de salud de ‘Meme’, pero se sabe que está siendo interrogado para obtener pistas sobre el paradero de ‘El Diablo’, cuya captura se ha convertido en prioridad nacional.
Este episodio no solo revive el debate sobre la seguridad en cárceles de máxima seguridad, sino que expone la capacidad de los internos para vulnerar protocolos y articular redes criminales desde adentro. La fuga de ‘El Diablo’ pone en jaque al sistema penitenciario y deja en evidencia que, incluso tras las rejas, el crimen organizado sigue moviendo sus piezas.