El vallenato nació para contar historias, no para repetirlas. Fue la voz de los juglares que, con caja, guacharaca y acordeón, narraban la vida, el amor y la tierra. Pero parece que a algunos se les olvidó ese pequeño detalle. Hoy, mientras los discos de Poncho Zuleta, Oñate o Diomedes Díaz siguen sonando como himnos inmortales, hay otros que creen que el éxito se mide en reproducciones de YouTube… o en el número de covers que logran grabar con luces de colores y drones sobrevolando el escenario.
El famoso esposo de Milagro Villamil, Rafa Pérez, por ejemplo, se ha convertido en el rey del reciclaje musical. Todo lo que canta ya lo habíamos escuchado —y mejor interpretado— hace décadas. Es como ese alumno que copia la tarea, la entrega en cartulina brillante y aún cree que merece la nota más alta. Sí, se ha hecho millonario, pero a costillas de los que de verdad sudaron la historia: de los que escribieron, crearon y dejaron legado.
No hay una sola canción suya que uno diga: “Esa es de Rafa Pérez”. Ninguna. Ni un verso, ni una melodía que se quede en la memoria colectiva. Lo único que ha dejado es la evidencia de que se puede hacer carrera en el vallenato sin tenerle amor al folclor. Porque una cosa es cantar vallenato… y otra es entenderlo.
Y mientras tanto, las nuevas generaciones lo ven como ejemplo. ¿Qué van a aprender los pelaos? ¿A cantar lo que otros hicieron? ¿A pegar con nostalgia ajena? Así no se construye identidad cultural, se destruye. Así no se honra a los juglares, se les roba.
Poncho Zuleta, Jorge Oñate, Diomedes Díaz… esos sí dejaron historia, discos que cuentan épocas, frases que se volvieron proverbios del alma vallenata. Rafa Pérez, en cambio, solo ha dejado versiones; una discografía prestada, brillante en imagen, pero vacía en contenido. Y en un género que nació para inmortalizar sentimientos, eso es casi un pecado.
Quizás dentro de unos años, cuando se hable del vallenato, Rafa quede en el recuerdo… pero no como un creador, sino como el mejor intérprete de los éxitos ajenos. Y eso, por más millones que deje, no es legado: es una nota al pie en la historia del género.
Mi querido Rafa Pérez, aún estas a tiempo de pegar un disco tuyo, para que tu nombre quede en la historia de los verdaderos artistas del vallenato.