En plena época de graduaciones, una historia sencilla pero poderosa se robó la atención en redes sociales. Edith Varela, recién egresada de la Institución Universitaria del Caribe, compartió un mensaje cargado de orgullo hacia su padre, un vendedor de raspados en Zona Bananera, Magdalena. Su publicación, hecha hace pocos días, se viralizó porque mostró que detrás de cada título académico hay sacrificios invisibles y un amor que no se mide en lujos.
La joven relató que su vida nunca estuvo marcada por apellidos influyentes ni comodidades, sino por el esfuerzo diario de un hombre trabajador que le enseñó constancia, responsabilidad y la importancia de luchar por los sueños. Con palabras claras y emotivas, Edith recordó que su padre, pese a tener un oficio humilde, fue quien le dio las herramientas para alcanzar su meta. La frase “No soy la hija del doctor, soy la hija del que vende raspao” se convirtió en símbolo de orgullo.
Miles de usuarios en redes sociales aplaudieron la valentía de reconocer sus raíces y la grandeza de un padre que, con sacrificio, logró que su hija se graduara como técnica en sistemas. La historia dejó una reflexión que sigue dando vueltas: lo que realmente engrandece a una persona no es el título que recibe, sino la huella que deja en la vida de quienes ama.
