En Puerto Colombia, un joven recién graduado decidió regresar al lugar donde comenzó su lucha: el peaje donde, desde los 10 años, vendía rosquitas y queso para ayudar a su familia. Esta vez no llevaba bolsas ni monedas en la mano, sino su título de administrador de empresas, símbolo de un esfuerzo que nació entre carros, motos y buses.
Durante años, Duván corrió bajo el sol y el humo de los vehículos, aprendiendo a hablarle a la gente y a valorar cada peso que entraba a la casa. Lo que para muchos era solo un peaje, para él fue una escuela improvisada que le enseñó disciplina, carácter y la chispa para soñar con un futuro distinto. Ese mismo lugar se convirtió en el escenario perfecto para agradecer y mostrar que los sacrificios sí tienen recompensa.
El regreso, acompañado de sus padres, quienes también trabajaron en el peaje, se volvió viral en redes sociales. La imagen del joven celebrando su grado en el mismo sitio donde creció trabajando tocó fibras profundas: recordó que el éxito no siempre se mide en lujos, sino en la capacidad de volver al origen y decir con orgullo: “lo logramos”.
