En medio de la campaña presidencial, ha llamado la atención que el candidato Iván Cepeda se movilice con aparente tranquilidad por zonas catalogadas como “rojas” en Colombia: Catatumbo, Cauca, Chocó, Tame y Tibú.
Se trata de territorios donde históricamente han operado grupos armados como el ELN, el Clan del Golfo, la Segunda Marquetalia, facciones de las FARC, los llamados Comuneros del Sur e incluso estructuras vinculadas al Cartel de Sinaloa. Sin embargo, Cepeda ha realizado recorridos y encuentros sin escoltas visibles ni un esquema de seguridad robusto, lo que ha despertado interrogantes en la opinión pública.
¿Por qué algunos candidatos pueden ingresar a estas regiones sin mayores contratiempos, mientras otros enfrentan hostigamientos y amenazas? El caso de Abelardo De La Espriella, quien denunció que el vehículo de la persona encargada de hacer campaña fue incinerado y posteriormente recibió advertencias de no continuar con actividades políticas en zonas de alto riesgo, contrasta con la aparente calma que rodea los desplazamientos de Cepeda.
Aunque no existen pruebas concluyentes de acuerdos o pactos con actores armados, la percepción ciudadana se alimenta de la diferencia en el trato. Para algunos analistas, podría obedecer a factores de afinidad ideológica, a la trayectoria política del candidato o a dinámicas locales que aún no han sido esclarecidas.
