El presidente Gustavo Petro vuelve a estar en el ojo del huracán tras insistir en la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, pese a que en 2018 juró “sobre mármol” que jamás recurriría a ese mecanismo si llegaba a la Casa de Nariño. La propuesta, anunciada por el ministro de Justicia Eduardo Montealegre desde Shanghái, China, ha sido calificada por opositores y expertos como un distractor político y un “globo” que difícilmente podrá volar, pues enfrenta un complejo proceso de firmas, aprobación en el Congreso, control de la Corte Constitucional y votación ciudadana.
El borrador plantea que la Constituyente tenga facultades para reformar toda la Constitución de 1991, con una Asamblea de 71 delegatarios elegidos por voto popular y con paridad de género. Sin embargo, más allá de los detalles técnicos, lo que genera indignación es el incumplimiento de una promesa de campaña que Petro firmó en los “10 mandamientos” de Antanas Mockus, donde se comprometía a no tocar la figura de la Constituyente. Hoy, cuatro años después de llegar al poder, esa palabra parece haberse evaporado.
Para críticos y sectores opositores, el proyecto no solo carece de mayorías en el Congreso y de ambiente ciudadano, sino que representa un intento de perpetuación política disfrazado de reforma institucional. Petro, que se llenó la boca diciendo que no recurriría a la Constituyente, ahora hace hasta lo imposible por abrirle paso, dejando en entredicho la credibilidad de sus compromisos y reavivando la polarización en el país.
