Durante años, la relación entre Abelardo De La Espriella y Vicky Dávila fue cercana y cordial. Compartían cafés, largas conversaciones y hasta sesiones de karaoke, donde la complicidad entre ambos era evidente. Aunque venían de mundos distintos él del litigio y ella del periodismo, los unía una visión crítica del país y una afinidad ideológica que los convirtió en aliados naturales en el debate público.
Sin embargo, el panorama cambió radicalmente en las últimas semanas. Ambos se lanzaron como precandidatos presidenciales para 2026, y lo que antes era compañerismo se ha transformado en una tensa rivalidad. Dávila ha cuestionado públicamente los vínculos de De La Espriella con figuras cercanas al régimen venezolano, como los hermanos Peñarredonda, lo que ha generado un cruce de declaraciones y un distanciamiento notorio.
En medio de este clima político crispado, De La Espriella ha hecho un llamado a la reconciliación. “Vicky, mi amistad sigue sobre la mesa”, expresó recientemente, asegurando que no guarda resentimientos y que estaría dispuesto a apoyarla si su camino político resulta más exitoso que el suyo. Incluso evocó los viejos tiempos, proponiendo volver a compartir un café ya que ella no bebe licor y retomar el karaoke, como símbolo de una amistad que, según él, no debería verse empañada por la política.
Este gesto, aunque conciliador, llega en un momento en que la derecha colombiana busca consolidar un bloque opositor fuerte, y la fractura entre ambos podría debilitar esa aspiración. La pregunta que queda en el aire es si Vicky Dávila aceptará la invitación del “Tigre” o si la contienda electoral seguirá marcando distancia entre dos viejos amigos convertidos en rivales.
