La tensión entre Maduro y Trump llegó a un punto en el que ya no hace falta hablar, la presencia del portaaviones más imponente del planeta frente a sus costas dice absolutamente todo. Ese movimiento, sumado a miles de marines en plena preparación, deja claro que ya no se trata de advertencias, sino de un ultimátum en cuenta regresiva.
Mientras tanto, los reportes señalan que los servicios de inteligencia extranjeros ya están operando dentro de Venezuela, una señal que él conoce muy bien. Intentó hacer concesiones, ofrecer recursos e incluso desprenderse de aliados que siempre juró proteger, pero nada fue suficiente.
El próximo 24 de noviembre será el día clave, la designación oficial como “terrorista” está programada, y con ella llega el quiebre definitivo. A partir de ese momento, la fuerza deja de ser una amenaza y se convierte en un argumento legal. Por eso la presión no se siente en discursos, sino en silencios calculados que pesan más que cualquier comunicado diplomático.
Lo más inquietante es que la semana que le dieron no es para negociar su permanencia, sino para que elija cómo quiere que termine su propia historia. Cada hora lo deja más aislado, más vulnerable y con menos herramientas para reaccionar.
