La decisión del Centro Democrático de no realizar una encuesta interna para definir a su candidato presidencial en 2026 ha reconfigurado el tablero político del uribismo. El anuncio, oficializado el 13 de noviembre, establece que la colectividad optará por alguno de los mecanismos previstos en sus estatutos, sin precisar si se tratará de una convención, una designación directa o una consulta cerrada. Lo cierto es que la figura del expresidente Álvaro Uribe Vélez vuelve a ocupar el centro del escenario, con un rol decisivo en la selección del abanderado.
La renuncia de la firma Atlas Intel, inicialmente encargada de realizar el estudio demoscópico, precipitó el cambio de estrategia. Según la encuestadora brasileña, se detectaron riesgos reputacionales que hacían inviable continuar con el proceso. En medio de divisiones internas y tensiones entre precandidatos, el partido decidió que definirá su carta presidencial antes del 6 de febrero, fecha límite de inscripción para la consulta interpartidista del 8 de marzo.
Aunque los cinco nombres en contienda, Miguel Uribe Londoño, Paloma Valencia, María Fernanda Cabal, Paola Holguín y Andrés Guerra siguen en carrera, el comunicado deja abierta la posibilidad de que el candidato final no provenga necesariamente de esa lista. Esto ha generado suspicacias dentro y fuera del partido, donde algunos sectores temen que la decisión se tome de forma vertical, sin participación real de las bases.
Mientras tanto, el Centro Democrático reafirma su narrativa de campaña centrada en seguridad, institucionalidad y defensa de la empresa privada. En paralelo, mantiene su discurso contra lo que denomina el “neocomunismo destructor”, en un intento por consolidar su identidad frente a otras fuerzas de derecha. Pero la pregunta sigue latente: ¿será Uribe quien decida, sin más, el nombre que llevará la bandera del partido?
