El Espantojopismo: Crónica de los que “no tienen”, pero tienen

El Espantojopismo: Crónica de los que “no tienen”, pero tienen

Se acabaron los carnavales, se apagaron las comparsas, y con ellas, los últimos gritos de alegría financiados con plata que no existía. Porque si algo caracteriza al buen monteriano promedio no es su talento para la cumbia ni su devoción por la tradición, sino su capacidad casi mística para aparecer en todos los carnavales de la Costa con los bolsillos vacíos y las tarjetas de crédito al borde del colapso.

Ahí estaban, los embajadores del “no tengo”, los apóstoles del “todo está caro”, los mismos que hace una semana lloraban porque no les alcanzaba para pagar la matrícula de los pelaos en la universidad, pero que, como por arte de magia (o de Datacrédito), aparecían en cada historia de Instagram con una cerveza en la mano, meneando las caderas en la Vía 40 y gritando “¡Quién lo vive es quién lo goza!”.

A esto, queridos lectores, se le llama Espantojopismo, una doctrina social bien arraigada en Montería que dicta que primero está la apariencia, después la realidad. Es la religión de los que no tienen para la luz, pero tienen para un disfraz de marimonda con más lentejuelas que las alfombras del Carnaval de Río. Los mismos que van a la oficina del banco a pedir que les refinancien la deuda, pero gastan en ron lo que no tienen en arroz.

Porque, aceptémoslo, en esta tierra nuestra hay dos Monterías: la Montería de los que madrugan a trabajar para pagar cuentas y la Montería de los que prefieren quedar debiendo, pero con tal de no perderse el bonche. Y ojo, no los confundan con los ricos de verdad. No, los verdaderos expertos en Espantojopismo son los de clase media raspando la quincena, los que andan en moto prestada pero en Barranquilla posan al lado de una Hummer rentada.

Y no nos engañemos, después del guayabo de cuatro días, vendrá la fase de la lloradera: “Ay, hermano, préstame pa’ la luz que me la cortan”, “Mano, préstame para la inscripción de la niña que cierran la plataforma hoy”, “Socio, no me fían en la tienda”. Pero, eso sí, con su álbum de fotos del Carnaval intacto y sus redes bien nutridas de recuerdos felices, porque la vida es dura, pero el Instagram es bonito.

Así que, señores y señoras, bienvenidos al Espantojopismo, la filosofía de los que no tienen, pero tienen. De los que no pueden, pero pueden. De los que el banco los persigue, pero ellos van adelante, bailando con una botella en la mano y una deuda en la otra.

¡Nos vemos en Semana Santa, con la misma fórmula, pero ahora en la playa!